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viernes, 12 de diciembre de 2014

"The Golden Age of Chocolate"

A pesar de haber practicado por más de una semana, sentí esas incómodas pero emocionantes cosquillitas en la barriga minutos antes de la audición. Mi mente empezó a divagar y a considerar todo lo que podía salir mal: ir fuera de tiempo, tropezar, olvidar la letra de la canción... 

Por algún motivo que desconozco me vuelto extremadamente creativa cuando a predicciones fatalistas se refiere. 

Luego de explicar la obra y lo que esperaban en la audición, las profesoras hicieron salir a todos para que uno por uno entrara a cantar. Tuve el primer turno. Mientras subía los escalones del escenario sentí mis manos sudar y las limpié con mi pantalón con la esperanza de que nadie lo notara. No lo podía negar: ¡Estaba muerta del miedo! 

Caminé hasta el centro del escenario y tardé unos segundos en ajustarme a la brillante luz. Una de las profesoras dijo el título de la canción "The Golden Age of Chocolate" y la música empezó a sonar. Respiré profundo y deseándote la mejor de las suertes bajé de la tarima. 

Lo hiciste genial. Cantaste con el alma y el corazón, recordaste la letra y no te saliste del tiempo. Las profesoras estaban encantadas con tu carisma y te felicitaron por tu audición. Bajaste feliz del escenario y me preguntaste: "¿Cómo lo hice?". Y yo llena de orgullo te abracé y te dije: "lo hiciste perfecto". 

Qué alegría me da que tengas la oportunidad de vivir tantos momentos de felicidad y que cada día estés más cerca de cumplir tus sueños. 


miércoles, 12 de noviembre de 2014

Tiene, no es.

Estos últimos dos años he vivido el poder destructivo y antagónicamente creador que pueden tener las palabras. La manera en que nos referimos a un ser humano puede definir el curso de su vida.

Al decir que un niño es autista lo estamos limitando a un diagnóstico, a un conjunto de características y déficits que describen sus dificultades para vivir la vida de manera funcional. Le estamos cerrando las puertas a un sinfín de oportunidades en las cuales se desarrollaría como individuo; lo estamos encasillando en una palabra.

Hace dos años pensé que conocí a un niño autista, ¡pero me equivoqué! Conocí a un niño feliz, enérgico, organizado, puntual, divertido, con una gran creatividad y un corazón de oro. Él no es autista, él tiene autismo, y es capaz de lograr todo lo que sueñe y más.